Historias con acné: Evelyn de The sisters of beauty
Mi historia con el acné, no
comenzó hasta bien entrados los 20 años. Hasta entonces, había tenido una
relación bastante bien avenida con los granitos, que me salían, como a todo el
mundo, pero de una manera comedida y sobre llevable. Tengo la piel muy grasa, y
desde los 16 años, cuando me fui con mi madre a la farmacia y me dieron un
limpiador, un tónico y una hidratante para mi tipo de piel, estoy lidiando sin
descanso con los brillos de mi piel.
No sé a raíz de qué me sobrevino
el acné severo, pero el verano antes de cumplir los 21 empezaron a salirme unos
granos enormes, tanto internos, como externos, de esos que se quedan por dentro
y duelen, y de esos que salen a la superficie con pus; de esos que cuando se
van una semana después, te dejan una marca que tardas un mes en conseguir
eliminar (si es que lo consigues).
Yo no entendía nada, siempre he sido una persona muy estricta con mi higiene facial, sobre todo teniendo la piel tan grasa como la tengo. Siempre había asociado los granitos a la falta de higiene, la mala alimentación, el estrés… y yo no tenía nada de eso en aquellos momentos. Entonces me di cuenta de que el acné, a veces, no tiene nada que ver con eso.
Llevaba tiempo acudiendo al
dermatólogo regularmente, para tener mi exceso de grasa bajo control, aunque
esto no lo he conseguido nunca. Así que, en una de mis visitas, le comenté lo
del acné que de repente me había salido.
Empezamos una temporada de varios
meses, en los que mis visitas a la consulta del dermatólogo eran cada vez más
frecuentes, y más infructuosas. No conseguía nada, mi acné era cada vez más
bestia. Empecé a ir a clase con base de maquillaje para poder tapar lo que
tenía en la cara… aunque era bastante evidente incluso debajo del maquillaje.
Me daba vergüenza ir a clase, salir de casa, y que la gente me viera así. Es un
golpe bastante fuerte a la autoestima.
Tras varios meses de cambiar de
tratamiento cada dos por tres, y viendo cómo me estaba afectando el aspecto de
mi cara a nivel emocional, el dermatólogo decidió que íbamos a empezar el
tratamiento de Roacutan en junio. Tan mal me vio, que decidió empezarlo de
inmediato, a pesar de estar totalmente contraindicado en los meses de verano.
Tuve que hacerme un montón de
analíticas, ya sabéis que hay que hacer muchos controles durante este
tratamiento, porque es bastante fuerte, y puede afectar a muchas cosas. Me pasé
todo el verano, desde junio hasta septiembre, tomándolo, y en dos meses mis
granos habían desaparecido por completo; el pelo me duraba limpio tres días, y
había ganado toda la autoestima que el acné me hizo perder. ¡¡Era genial!!
Aunque ahora tenía la cara y los labios siempre secos y agrietados, pero me
daba igual.
Mi tratamiento duró sólo 3 meses,
no sé por qué, lo normal son 6. Y cuando se me pasó el efecto, a los 4 meses de
haber empezado, mi acné volvió como si nada. Fue un palo bastante gordo,
haberme visto la cara tan bien durante 3 meses, y que ahora de repente todo
volviera a estar como al principio, no lo encajé nada bien. Estuve así unos 5
años. Estaba mejor a temporadas, y el acné tan bestia como al principio,
conseguí mantenerlo más o menos a raya; pero siempre tenía la cara llena de
granos. Seguía yendo al dermatólogo todos los meses, y lo único que hacíamos
era cambiar de tratamiento cada vez que iba, al no ver ninguna mejora
significativa con lo que me había dado la última vez.
Con 27 años me cansé de la
situación, y decidí que no iba a volver a ir al dermatólogo, a que probara
conmigo una crema más, a ver qué tal me iba. Y que no me iba a volver a comprar
ni un producto más, a modo de experimento. Ya tenía claro que eso no me estaba
funcionando, y tenía el armario del baño lleno de cremas, tónicos y limpiadores
de farmacia que no me hacían nada de nada.
Empecé a probar productos de
cosmética de alta gama, Clinique, Clarins, Shiseido, Biotherm, Estee Lauder…
todo tipo de cosas para pieles grasas con tendencia acnéica como la mía. No
conseguí nada con ninguno de ellos, salvo quemarme la cara con el paso 2 de
Clinique para pieles muy grasas, que era puro alcohol… tuve una experiencia
horrible con aquel producto y no lo voy a olvidar en mi vida.
Yo leía muchísimo, e investigaba
por mi cuenta siempre que podía, me llegué a obsesionar con el tema. Intentaba
averiguar qué nuevos productos iban sacando, o qué era lo que les iba bien a
personas que estaban pasando, o habían pasado, por lo mismo que yo. Me encontré
con la marca Biologique Recherche; no
la conocía, ni tampoco sabía de nadie que la usara. Pero leí muy buenos
comentarios, y valoraciones muy positivas de personas que tenían piel grasa y
acné como yo, aunque tampoco sabía en qué grado, y si en un acné como el mío,
iban a funcionar…
Me asesoré, y me recomendaron una
rutina de cuidados específica para mi problema.
Decidí probar sus productos, y al
cabo de un par de meses de usar leche limpiadora, loción y crema… mis granos
habían desaparecido, y yo tenía la piel como no la había tenido en mi vida.
Para mí fue todo un
descubrimiento, la solución a mi problema. Y desde entonces, no he vuelto a
tener NUNCA un brote de acné. Sigo usando esos mismos productos, a los que he
les he ido sumando algunos más (no específicos para los granitos) desde 2008,
sin descanso. Creo que fue la mejor decisión que pude tomar, y no me arrepiento
en absoluto. Es una marca cara, no voy a mentir, el desembolso inicial para
empezar el tratamiento fue elevado. Pero más me había gastado hasta ese momento
cambiando de rutina de cuidados todos los meses, sin tener ningún resultado
positivo.
A día de hoy, cuando alguna vez
digo que yo sufrí de acné severo desde los 20 a los 27 años nadie me cree. No
conservo fotos apenas de aquella época, y mucho menos alguna en la que se me
vea sin maquillar, porque para mí era un suplicio verme la cara. Pero a mis 40
años, no tengo ni una sola marca, ni una cicatriz que demuestre que he tenido
ese problema durante tanto tiempo. Mi piel cambió, se regeneró y lo único que
queda de aquello es un mal recuerdo.
Cuando conseguí deshacerme por
completo de los granos, mi única obsesión era salir a la calle con la cara
lavada. La sensación de no tener nada que esconder, de no tener nada de lo que
avergonzarme, o pensar en lo que vayan a decir los demás de mí por tener esta enfermedad,
fue una liberación absoluta, un sentimiento de felicidad plena. Mirarte al
espejo y que te guste lo que ves, es genial, y por primera vez en mucho tiempo,
yo lo había conseguido. ¿Sabes el chute de autoestima que te da eso? Gané mucho
a nivel físico, pero gané más a nivel psicológico.
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